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Todos los días, su día por Blanca Mangione

El vínculo del ser humano con los animales ha sido, desde siempre, de lo más relevante y variado. No sólo los utilizó aquél para su protección, consumo, vestimenta, transporte, comercio y entretenimiento. También los tuvo como objeto de adoración y de sacrificio, como herramienta de trabajo, objeto de terapias y experimentos médicos, como parte del arsenal de guerra, y se ha valido de ellos para la práctica de deportes legales e ilegales.

29 de abril de 2017, 09:48.

imagen Todos los días, su día por Blanca Mangione

Si bien en la actualidad muchas de estas prácticas son mal vistas, lamentablemente no podemos decir -de ninguna de ellas- que hayan desaparecido. Los animales siguen estando en una situación de vulnerabilidad que merece la especial protección del ordenamiento jurídico. Desde la Ley 2.786 de 1891 (primera norma sobre proteccionismo animal en la República Argentina, impulsada por el entonces presidente –y en su momento fundador y secretario de la Sociedad Argentina Protectora de Animales, Dr. Ignacio Albarracín),  hasta la Ley 14.346 de 1954 sobre crueldad animal, hemos avanzado en este sentido, pero aún resta madurar una conciencia social que acompañe el desarrollo normativo.  

En nuestra provincia, desde 1955, la Sociedad Mendocina Protectora de Animales promueve el cumplimiento de la mencionada Ley Nacional sobre crueldad animal, y de la -vigente- Ley Provincial Nº 8.632 (que prohíbe la utilización, tenencia, acopio, exhibición para venta, fabricación para uso particular y/o expendio al público de diversos artificios de pirotecnia y cohetería), además de organizar campañas de esterilización gratuita en diversas zonas de toda la provincia.

¿Es suficiente -para dicha protección- la existencia de las normas y el accionar de la entidad? ¿Qué podemos hacer para favorecer esa conciencia social en aras a lograr un pleno respeto de los seres que comparten nuestro día a día y tanto bien nos hacen? Creo que, como en muchas materias, lo que se aprende en casa tiene especial relevancia. Tengamos o no mascotas, es necesario que los adultos transmitan a los niños la importancia del “convivir sin destruir”, porque respetar al otro (humano o animal) es –todas las veces- respetarnos a nosotros mismos y evolucionar.

Entender que los animales no están al servicio del hombre ni son objetos para su entretenimiento, sino (como lo ha entendido recientemente la Sala II de la Cámara Federal de Casación Penal de nuestro país) “sujetos de derecho” que habitan con aquél en un ecosistema perfecto destinado a perdurar, nos permitirá abandonar la indiferencia y aumentar nuestros esfuerzos para hacer, de todos los días, su día.

Dra. Blanca Mangione
Adscripta a la Cátedra de Derecho Constitucional 

        

       

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