El 9 de julio de 1816 “los representantes de las Provincias Unidas en Sud América (…) declaramos solemnemente a la faz de la tierra que, es voluntad unánime e indudable de estas provincias romper los violentos vínculos que las ligaban a los reyes de España (…) e investirse del alto carácter de una nación libre e independiente del rey Fernando VII, sus sucesores y metrópoli…”
El 19 de julio de ese mismo año, en sesión secreta, Medrano propuso que se agregara a ese párrafo “y de toda otra dominación extranjera dando por razón que de este modo se sofocaría el rumor esparcido por ciertos hombres malignos de que el Director del Estado, el Gral. Belgrano, y aun algunos individuos del Soberano Congreso, alimentaban ideas de entregar el País a los Portugueses, y fue acordado.”[1]
A doscientos años de dichas declaraciones merece preguntarse si hoy somos independientes. Si todavía deberíamos declarar en secreto que ninguna dominación nos sujete. No para cuestionar lo dicho y hecho en aquel entonces, porque es comprensible que se expresaran así en un período de guerra con España y la necesidad de aliados que requerían para llevarla a cabo.
La pregunta que sugiere ello es si hoy somos independientes de toda dominación. En el transcurso de los dos siglos que nos distancian de aquellos días 9 y 19 de julio, el mundo se fue transformando paulatinamente, de modo tal que la tan anhelada soberanía de los Estados está limitada por una serie de factores. Hay un principio común que pone en tela de juicio los principios consagrados desde la Paz de Westfalia para las grandes potencias y los esgrimidos por Argentina en el siglo XIX respecto del Estado-nación, del poder, del territorio, del idioma, todas notas que lo definían, con la consiguiente reformulación de la soberanía.
Esa sujeción de los estados a otros poderes superiores, se demuestra mencionando los organismos internacionales surgidos al finalizar las dos guerras mundiales, como ya lo sugería Alberdi en 1870[2]. Tales, la OIT, después de la Primera Guerra Mundial; la ONU, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, después de la Segunda Guerra, por nombrar sólo los hitos institucionales que tienen poder sobre los estados. La dominación o no de otros estados ya prácticamente no existe tal vez en algún territorio puntual, como es el caso de las Islas Malvinas, para nuestro país. Pero hay otras situaciones que sobrepasan la soberanía independiente de los Estados que ya no son los organismos de jure, avalados por todos sus miembros. Sino, en estos tiempos, el dilema es la globalización en todos los órdenes. Empezando por la World Wide Web (red mundial) que hasta puede introducirse en las Secretarías de Estado de los EE.UU., en la intimidad de las personas sin que los organismos estatales puedan intervenir, la mundialización del comercio y del consumo, las transformaciones en las relaciones capital-trabajo, etc. Todo ello y numerosas cuestiones más nos advierten que en el devenir de estos doscientos años, el mundo es otro y deberíamos encararlo desde nuevas perspectivas, no sólo para resguardar la independencia y soberanía del Estado, sino y más importante, para resguardar y proteger a sus habitantes.
Dra. Susana T. Ramella
Docente UNCUYO
[1] Acta de declaración de la Independencia y Sesión Secreta del 19 de julio de 1816, en Emilio Ravignani, Asambleas Constituyentes Argentinas, Instituto de Investigaciones Históricas de la Facultad de Filosofía y Letras de la UBA, T.I, 1813-1833, ps. 234 y 484
[2] Juan Bautista Alberdi, El crimen de la guerra, Colección Claridad, Buenos Aires, 1910.