- ¿Qué recuerdos tenés de la primera convocatoria de Sandra Casabene para hacerte cargo?
- Recuerdo una mezcla de entusiasmo y vértigo. Sandra Casabene transmitía esa energía contagiosa de los proyectos que nacen con convicción y sentido académico. La primera convocatoria fue más un llamado a soñar que a planificar: imaginar que la Facultad de Derecho podía tener su propia competencia internacional en Derechos Humanos. En ese momento, no teníamos una estructura formal ni precedentes cercanos; solo una idea potente, la certeza de que valía la pena apostar por ella y estudiantes comprometidos y campeones que habían competido y ganado en LA Competencia de DDHH por excelencia American University.
- ¿Cómo es el proceso de organización de las competencias CUYUM?
- Detrás de cada edición hay un año entero de trabajo. Comienza con la definición del caso hipotético, inspirado en situaciones reales y actuales de derechos humanos. Luego viene la etapa de redacción y revisión jurídica, la formación de los equipos académicos, la convocatoria a jueces, y el diseño logístico de las rondas orales. Todo se combina con un enfoque pedagógico: cada instancia está pensada como una experiencia de aprendizaje. CUYUM no es solo una competencia, es un laboratorio formativo que integra docencia, investigación y extensión.
-¿Qué desafíos enfrentaron al coordinar equipos, jueces y participantes de distintos países o provincias?
El principal desafío fue —y sigue siendo— la coordinación intercultural y académica. Los distintos contextos jurídicos, acentos, tradiciones de argumentación o modos de entender el litigio internacional enriquecen mucho, pero también exigen flexibilidad y comunicación constante. Además, en los primeros años, el desafío logístico era enorme: garantizar igualdad de condiciones, traducciones, capacitación de jueces y mantener la seriedad académica. Con el tiempo, la virtualidad y las redes de colaboración ayudaron, pero la clave siempre fue la organización colectiva y el compromiso institucional.
- ¿Qué momentos considerás claves en la historia de CUYUM desde la organización?
- Hay varios hitos. La primera edición en 2016, que marcó el inicio de algo inédito en la región. Luego, la incorporación de universidades extranjeras y la traducción simultánea que transformó a CUYUM en una competencia realmente internacional. Otro momento fundamental fue el paso a la virtualidad durante la pandemia, que obligó a repensarlo todo sin perder la calidad académica. Y más recientemente, la consolidación de las rondas internas formativas, donde los propios ex competidores capacitan a las nuevas generaciones: ese es el espíritu de CUYUM en acción.
- ¿Cómo se logra mantener la esencia académica y, al mismo tiempo, el espíritu competitivo y formativo del evento?
- Esa es la alquimia que define a CUYUM. La competencia motiva, pero el fin último es formativo. Por eso, cada instancia —desde los memoriales hasta las audiencias orales— incluye retroalimentación pedagógica. Los jueces no solo evalúan, sino que orientan; los equipos no solo compiten, sino que aprenden a argumentar con ética, rigor y empatía. El equilibrio se mantiene porque detrás de la competencia hay un equipo docente comprometido con la enseñanza del Derecho desde los derechos humanos.
- ¿Qué significa para la Facultad de Derecho y para la UNCUYO sostener una competencia internacional de estas características?
Significa proyectar su identidad académica más allá de las fronteras. CUYUM muestra una Facultad viva, comprometida con los derechos humanos y con la formación integral de sus estudiantes. Es también una política institucional de internacionalización y vinculación, que coloca a la UNCUYO en diálogo con universidades y organismos internacionales. Cada edición es una muestra de que la universidad pública puede liderar procesos de excelencia, innovación y cooperación.
- ¿Cuáles fueron los aportes que te dejó CUYUM, en lo personal y profesional?
- En lo personal, CUYUM me enseñó el valor del trabajo colectivo, de la perseverancia y del aprendizaje mutuo entre generaciones. En lo profesional, me permitió profundizar en la enseñanza del litigio internacional y en metodologías activas que hoy aplicamos en muchas cátedras. También me regaló una comunidad: docentes, estudiantes y colegas que comparten una misma pasión por el Derecho con sentido humano.
- ¿Qué mensaje le dejarías a quienes hoy participan o lo harán en el futuro?
- A quienes hoy compiten, les diría que aprovechen cada instante. Que estudien, se equivoquen, se animen a defender sus argumentos con convicción y respeto. CUYUM no termina con el veredicto: comienza ahí, en todo lo que queda sembrado para su vida profesional. Y a quienes lo harán en el futuro, los invito a sumarse a una tradición que demuestra que el Derecho también puede enseñarse con entusiasmo, compromiso y humanidad.