¿Recuerda cómo fue enterarse de que la Universidad iba a abrir una carrera de Derecho en Mendoza?
De cómo tuve conocimiento de la creación de la Facultad de Derecho no fue por vía periodística ni tampoco porque me pude enterar por algún otro medio sino que tomé conocimiento, en particular, cuando se produce una convocatoria de docentes. El 4 de julio de 1985 se me comunicaba que había sido elegido para dictar clases en la facultad.
¿Qué emoción recuerda de esa época?
Las emociones y las vivencias encontradas eran seguramente muchas, pero yo ya tenía antecedentes como docente. Estuve un tiempo en la Facultad de Ciencias Políticas y luego en la Facultad de Ciencias Económicas. Es decir, estaba acostumbrado. No sentía inhibición alguna, pero bueno la sensación de lo nuevo era muy grande porque después de tantos años que estuvimos esperando la creación de una Facultad de Derecho Pública, vino a ser como un desahogo -de toda esa sensación contenida- para poder finalmente poder dar lo mejor.
¿Cuál era el espíritu que se vivía en esos primeros años? ¿Qué lo motivaba?
Bueno, las motivaciones de la época eran muchas y cada uno habrá tenido la suya. Lo cierto es que por ese momento, en mayo de 1960 se crea la Facultad de Ciencias Jurìdicas y Sociales de Mendoza como facultad privada y aquel que aspiraba a estudiar, y que por diferentes circunstancias no podía, -una vez creada la Facultad de Derecho de la Universidad Nacional de Cuyo- se produjo esa avalancha de estudiantes.
¿Recuerda alguna anécdota significativa de esos primeros años?
Cuando la facultad comenzó su actividad, realmente no se contaba con la comodidad suficiente para poder desarrollar las actividades con normalidad. Ya en la primera etapa se intentaba buscar un ámbito más apropiado. Cuando se decide ampliar, no fue fácil encontrar un edificio que pudiera abarcar adecuadamente el número de estudiantes. Con el tiempo se decidió el Estadio Malvinas. Y bueno, que una facultad de la Universidad funcionara en un estadio de fútbol no era lo más apropiado. De todas maneras, voy a decir que la Universidad acondicionó el espacio que había como para que, por lo menos, las actividades básicas se pudieran cumplir aceptablemente bien. Pero más allá de eso no existían las comodidades necesarias. Estábamos limitados a la actividad principal de dar clases. Es más, yo diría, que a pesar de las limitaciones fue dentro de la etapa inicial de la facultad la etapa más fructífera porque fue donde se llevó a cabo el proceso concursal de las cátedras que permitió que en diciembre de 1998 el Consejo Superior dispusiera tener como normalizada la Facultad, por lo cual comenzó a gozar de sus derechos políticos. En 1999, fui electo y desigando Decano conforme a las disposiciones del Estatuto Universitario.
¿Dr. pero no contó la anécdota?
Anécdotas tengo muchas, una en particular estando en el Estadio Malvinas y transitando ese proceso concursal fue que, a esos efectos, para cumplir, puse especial atención a los jurados de los concursos con los profesores más distinguidos que pudieran existir en ese momento. Naturalmente los invitaba a compartir un café en mi despacho que funcionaba en la sala de prensa construida para el mundial de 1978. En ese momento, era lo más apropiado para el despacho del decano. En la primera reunión que mantenía con cada uno de los invitados, para romper el hielo, se me había ocurrido felicitarlos. Cuando los felicitaba me preguntaron por qué, y "claro profesor", les decía “porque ustedes han tenido el privilegio de conocer la Facultad con el Aula Magna más grande del mundo. ¡Tenemos 30.000 butacas!”. (risas)
¿Hay alguna decisión difícil que recuerde de esa época?
La Universidad Nacional de Cuyo, así como las autoridades, más allá de cuestiones conflictivas por diversos motivos, decían que una Facultad de Derecho no era necesaria porque había demasiados abogados. Pero el exceso de abogados es histórico. No era un fenómeno particular que solo existía en Mendoza o en la región de Cuyo. En 1937 un famoso jurista italiano, Piero Calamandrei, escribió un ensayo titulado Troppo Avvocati (“Demasiados abogados”).
Como le digo, no fue bien recibida la Facultad porque en gran medida su creación fue por una Resolución del Ministerio de Educación y Cultura de la Nación y no fue por la Asamblea Universitaria. A eso le agrego que la Universidad había dispuesto cómo política el ingreso restricto. Es por ello que, en 1992 transité en ese lugar (Malvinas) las horas más oscuras. Porque había incertidumbre sobre la viabilidad de la Facultad. Se rumoreaba que la Facultad podía cerrarse y había una resistencia de la misma a aceptar ese ingreso restricto. Esta situación había puesto en riesgo su continuidad.
Recuerdo que en ese momento había en la Facultad una soledad total. Solamente estaba con tres o cuatro profesores. Solo se oían las palomas. Había mucha tensión. Recuerdo que sentía que era un capitán que estaba en un barco en aguas muy turbulentas. Luego, hubo una reunión difícil porque no aceptar el ingreso restricto podía traer grandes consecuencias a la Facultad. Pese a eso, algunos consejeros se opusieron. De todas maneras, se votó a favor del ingreso restricto y fue suficiente para que fuera aprobado. Ya en diciembre de 1998 se decide declarar a la Facultad como normalizada.
¿Qué le diría a esta generación de estudiantes que está comenzando su camino?
Lo primero que les diría y les digo, porque a pesar de estar jubilado sigo perteneciendo a la facultad como Profesor Emérito y por lo tanto sigo dando clases lo cual hago con muchísimo gusto. Les digo de la necesidad de honrar la universidad pública argentina y obviamente, a la Universidad Nacional de Cuyo. Honrarla como estudiantes con la responsabilidad y el cumplimiento que como estudiantes tienen. Y honrarla también luego de recibidos con el ejercicio honesto de sus actividades.
Se ha repetido varias veces que la universidad pública ha estado o está fuera de la comunidad. Y está declaración me ha parecido muy injusta. Yo me pregunto: ¿Qué mayor inserción social puede haber que permitir el ingreso a legiones de jóvenes que, gracias a la gratuidad, han podido capacitarse y progresar? ¿Qué mayor labor social que sumar a eso la extensión, la actividad deportiva, cultural, el coro, la sinfónica? Me parece injusta la ingratitud que sufrimos de parte de muchos egresados que que se llevan el título bajo el brazo y se olvidaron de dónde lo recibieron. Ese egoísmo para con la sociedad.
¿Qué sueño tiene o tenía para la Facultad?
Tengo la conciencia de que he cumplido con la Universidad y he cumplido con mis responsabilidades. Podría resumirlo diciendo que obedecí a satisfacer, dentro de mis responsabilidades, las necesidades de la comunidad y de la región, dentro de la Universidad y del campo jurídico.
Los sueños en mi vida los he cumplido. Lo cierto es que la Universidad Nacional de Cuyo ha sido para mí, el segundo hogar. Nos ha ayudado mucho a mí y a mi familia. Siento una profunda gratitud. Diría que tengo la profunda tranquilidad de haber cumplido con mis sueños y de haber cumplido con la Universidad. Si yo volviera a noviembre de 1968 cuando recibía mi título de abogado, haría lo mismo que he hecho.
Así es que, el día que me toque partir, me gustaría que en mi pecho estuviera el distintivo de la universidad. Y se lo digo con emoción.
Breve biografìa del Dr. Luis Enrique Abbiati
Abogado recibido en la Universidad Nacional de la Plata (UNLP). Ha sido profesor de la Universidad Nacional de Cuyo y profesor de la Universidad Nacional de La Pampa. Miembro de Comité de Bioética de la Facultad de Ciencias Médicas de la UCUYO y Presidente de la Asociación Argentina de Bioética. Ex Decano de la Facultad de Derecho (1992–1999; 1999–2005) y Profesor Emérito de la UNCUYO. De su paso por la Facultad, deja escrita una breve historia desde la creación.